2 de agosto de 2012

Que siempre estaría ahí.

Ahora si has tenido el valor de intentar volver después de tanto tiempo quiero que lo tengas también para decirme dónde estabas cuando yo necesitaba de ti, cuando no era nadie, cuando no me sentía nadie, y a decir verdad, tampoco me sentía parte de nadie, cuando tú no fuiste quien me dio todo sin esperar nada a cambio, no fuiste quien me abrazó y me dijo que todo saldría bien, que siempre estaría ahí.
Porque te escondiste cuando el dolor se apoderó que cualquier parte de mi alma, el mundo intentaba hundirme y convertirme en aquello que nunca quise ser, alguien mediocre, y tú no estabas para darme ánimos, o al menos intentarlo; Estuve al borde de la locura, la esquizofrenia, sufrí de insomnio, cada noche llorando por tu ausencia, buscando un motivo, una explicación, girando sobre el tiempo, sobre los pensamientos en busca de algo que justificara tanto dolor, juro haber llegado a pensar que tenía la culpa de todo lo sucedido, quizás fueron los años, la gente, el frío, una fuerza de la que todavía desconozco el origen, o simplemente el asumir que el pasado te persigue de por vida y tienes que aprender a vivir con él al lado sin que te haga daño, fue eso lo que me hizo darme cuenta de todo, darme cuenta de que siempre creí que tenía alguien ahí, a ti, cuando no era así, estaba viviendo de ilusiones, haciéndome a la idea de que algo que había perdido hace mucho tiempo seguía ahí.
Cada amanecer, despertador, lágrimas, maquillaje, centenares de sonrisas pintadas y sobre el papel las letras describían todo al detalle, hasta el punto de llegar a ser estremecedor, letras que se desvanecían ante las llamas y guardaban cada secreto de por vida.
Temblaba sólo con pensar en lo que podía pasar, dilemas entre aquellos días en los que eres fiel a la paciencia y esperas a que la tempestad pase, y entre aquellos en los que quieres dejar que el viento acabe por consumir la poca alma que pueda quedarte dentro.
Del asco, de las miradas de desprecio, de la sangre derramada en cada madrugada, cada gesto de incomprensión y de lástima, todo eso está detrás de cada esfuerzo, cada sacrificio y de cada grito de guerra que lancé. 
Temor al olvido, a la soledad, al aislamiento que me calmaba, al pestillo echado en la puerta y las lágrimas en la almohada, al fin de la fuerza, de la fuerza para volver a empezar, que todas aquellas ganas de vivir me dieran la espalda, temor al maldito y frío reloj que va contando hacia atrás y te va robando lo que más amas.
Busqué tu apoyo entre todo el miedo escondido, en aquel amor destrozado y desecho por la vida, por ese sueño que daba esperanza, lo busqué por todas partes, pero jamás apareció.
Mirando al pasado con las ojeras en la cara, cansada, sabiendo que lo di todo, pero que a veces darlo todo no es suficiente, hay cosas que no se arreglan por más que lo desees.
Y la mente jugará cada día más malas pasadas y recordarás todo aquello que no volverá, llorarás recordando el ayer, diciendo adiós a todo lo que jamás quisiste perder.

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