Es increíble comprobar como la misma persona que te da la vida, te la quita, quieres, pero te duele, es precioso y terriblemente complicado a la vez, como esa rosa roja repleta de espinas pero tan agradable a la vista.
Desde aquel momento, todo empezó sin que nos diéramos cuenta, y nos avisaron muchas veces, pero no lo vimos, preferimos tomarlo como simples habladurías, como obra de gente que se aburría, sin darnos cuenta de que tenían mucha razón, que siempre fue especial, pero tardamos demasiado en caer en la verdad; Después de todo... Nadie diría que esto fuese a acabar así, pero basta que lo niegues para que suceda, para que al final unas palabras se conviertan en la realidad, que digas jamás para desear un siempre, un siempre a su lado.
A diario va creciendo dentro sin parar, ya no hay nada más que eso, ya ni siquiera es un número, ni una fecha, ya no quedan días para marcar en el calendario, ya no quedan días que no hayan sido especiales, que no me importa nada, que me importas más que todo lo que pueda tener, que todo empieza y acaba contigo.
Es como cuando te falta algo, una parte de ti se va en cuanto da la vuelta a la esquina y se despide de ti, no hay peor despedida que esa, es eterna y a la vez efímera, es lo peor en resumidas cuentas, porque aunque siempre diga: " Hasta el infinito y más allá " Duele, bueno, supongo que las despedidas siempre duelen, aunque sean por poco tiempo; Pero aprendimos que cuando una persona te importa lo suficiente dejas de preocuparte por el tiempo, la distancia o cualquier otra cosa, sólo dependes de los latidos de su corazón.
El eco de tu voz entre montañas, la nieve del invierno, el humo del chocolate caliente, la arena del reloj recién roto, las marcas de la marea sobre la playa al amanecer, la sonrisa de un niño feliz, un paseo por el mundo, o contemplar la cuidad desde la noria más grande del universo.
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