Todos sabemos que no es fácil, todo hemos pasado por eso, y
duele, eso está claro, pero hay veces en las que sencillamente te
acostumbras a las cosas, a todas las sensaciones que tienes, pero
también te acostumbras a saber que hay otras cosas que no volverás
a tener:
- Sentiste esas ganas de comértelo vivo, de abrazarlo y de no
soltarlo nunca más.
- Ese miedo a que todo acabase.
- Esas vistas al futuro, y comprobar que tu subconsciente quería
tenerlo siempre, hacerle el chico más feliz del mundo y ponerle su
nombre a tu primer hijo.
- Sabes que te encantaba que se riera, que hiciera el tonto y que
de vez en cuando tratase de enfadarte solo para ver la cara que se te
quedaba.
- Sabías perfectamente que eso algún día acabaría, pero no te
gustaba pensarlo y lo no hacías.
Pero después... Cuando todo acaba, cuando la burbuja estalla,
cuando la sonrisa se borra y la lágrima te visita, sabes que te lo
buscaste, por tonta, por imprudente, por enamorada; Sabías donde te
metías, lo que hacías y con quien, pero decidiste estar y
permanecer a su lado, hiciera lo que hiciera, aunque te matara el
dolor.
Después de todo, jamás pensaste regalarle tu tesoro más
preciado, el amor que habías acumulado durante años, no lo sabías,
te pilló desprevenida, pero también es verdad que no pensaste que
alguien así fuera a invadir tu vida, alguien con esa chispa
encantadora, alguien con algo desconocido pero hipnotizarte,
alguien... Perfecto bajo tus ojos.
Nadie va a quererlo como tú, pero no le importó, querer no fue
suficiente, y de donde no hay no se puede sacar, más de lo que
tienes no puedes dar, fue como abrir una puerta y dejar que se
escapara el aire impregnado de felicidad, dejar que todo se fuera,
sentarte en un rincón y llorar, inundar tus pestañas y volar tu
corazón con la dinamita de los recuerdos, jurarte a ti misma que
jamás volverías a dejar que nadie te hiciera daño. Ilusa.
No tienes más remedio que empezar a superarlo, o a intentarlo, y
con todo el dolor de tu alma, desearle lo mejor, con quien sea,
desear con toda tu alma que nadie le haga daño y que pueda ser tan
feliz como te hizo a ti, pero esta vez sin final, tienes que hacerlo
con la sonrisa más grande que jamás antes hayas podido forzar.
Aprender, es lo único que te queda, sin sus sonrisas, sin sus
llamadas nocturnas, sin sus escalofriantes caricias, sin poder decir
que le quieres.
El tiempo, la única esperanza, que todo lo sana, o eso dicen.
No va a ser fácil, pero el corazón no es sedentario, de vez en
cuando el corazón merece otra oportunidad, pero con cuidado, revivir
las cosas no sería agradable, solo empezar a abrir la puerta, aunque
dé miedo, y de vez en cuando duela ver ciertas cosas, nunca es bueno
que paguen justos por pecadores, y siempre se sabe que a la primera
siempre sale mal, y a la segunda, a la tercera... Pero bueno, quien
sabe, vamos a dejarlo en dos palabras: Mañana, quizás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario