9 de mayo de 2012

Dos palabras.

Todos sabemos que no es fácil, todo hemos pasado por eso, y duele, eso está claro, pero hay veces en las que sencillamente te acostumbras a las cosas, a todas las sensaciones que tienes, pero también te acostumbras a saber que hay otras cosas que no volverás a tener:
- Sentiste esas ganas de comértelo vivo, de abrazarlo y de no soltarlo nunca más.
- Ese miedo a que todo acabase.
- Esas vistas al futuro, y comprobar que tu subconsciente quería tenerlo siempre, hacerle el chico más feliz del mundo y ponerle su nombre a tu primer hijo.
- Sabes que te encantaba que se riera, que hiciera el tonto y que de vez en cuando tratase de enfadarte solo para ver la cara que se te quedaba.
- Sabías perfectamente que eso algún día acabaría, pero no te gustaba pensarlo y lo no hacías.
Pero después... Cuando todo acaba, cuando la burbuja estalla, cuando la sonrisa se borra y la lágrima te visita, sabes que te lo buscaste, por tonta, por imprudente, por enamorada; Sabías donde te metías, lo que hacías y con quien, pero decidiste estar y permanecer a su lado, hiciera lo que hiciera, aunque te matara el dolor.
Después de todo, jamás pensaste regalarle tu tesoro más preciado, el amor que habías acumulado durante años, no lo sabías, te pilló desprevenida, pero también es verdad que no pensaste que alguien así fuera a invadir tu vida, alguien con esa chispa encantadora, alguien con algo desconocido pero hipnotizarte, alguien... Perfecto bajo tus ojos.
Nadie va a quererlo como tú, pero no le importó, querer no fue suficiente, y de donde no hay no se puede sacar, más de lo que tienes no puedes dar, fue como abrir una puerta y dejar que se escapara el aire impregnado de felicidad, dejar que todo se fuera, sentarte en un rincón y llorar, inundar tus pestañas y volar tu corazón con la dinamita de los recuerdos, jurarte a ti misma que jamás volverías a dejar que nadie te hiciera daño. Ilusa.
No tienes más remedio que empezar a superarlo, o a intentarlo, y con todo el dolor de tu alma, desearle lo mejor, con quien sea, desear con toda tu alma que nadie le haga daño y que pueda ser tan feliz como te hizo a ti, pero esta vez sin final, tienes que hacerlo con la sonrisa más grande que jamás antes hayas podido forzar.
Aprender, es lo único que te queda, sin sus sonrisas, sin sus llamadas nocturnas, sin sus escalofriantes caricias, sin poder decir que le quieres.
El tiempo, la única esperanza, que todo lo sana, o eso dicen.
No va a ser fácil, pero el corazón no es sedentario, de vez en cuando el corazón merece otra oportunidad, pero con cuidado, revivir las cosas no sería agradable, solo empezar a abrir la puerta, aunque dé miedo, y de vez en cuando duela ver ciertas cosas, nunca es bueno que paguen justos por pecadores, y siempre se sabe que a la primera siempre sale mal, y a la segunda, a la tercera... Pero bueno, quien sabe, vamos a dejarlo en dos palabras: Mañana, quizás.

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