30 de abril de 2012

L'anima prigioniera.- Lo cautivo del alma.

Me siento idiota, sí, solo me gustaría volver a atrás, no sé que quiero recuperar, puede que nada en específico, puede que quiera que todo vuelva a ser como antes, siento que esto va deprisa, a la velocidad de una bala que entra dentro de mi cuerpo y me desgarra la vida, desconozco de donde sacaba tanta fuerza, yo antes no era así, no era tan dependiente del exterior, supongo que solo es una etapa, y que por eso estoy más susceptible de lo normal.
Ahora es tan fácil hacerme sentir mal, hacer que quiera meterme bajo tierra... Tanto, que siento vergüenza de mi misma, de que las circunstancias hayan hecho de una persona tan fuerte como yo, un simple despojo, quizás sea demasiado dura conmigo misma, pero aunque sepa que todo esto será efímero, que la sensación desaparecerá y que las lunas devolverán a mi persona su particular coraje... Lo cortés no quita lo valiente.
¿Amor? Já, me hace gracia, yo no tengo de eso, se me ha escapado, se me ha escurrido entre suspiro y suspiro, sí, por supuesto que lo tuve, prueba de ello son las cicatrices que guarda mi alma, pero me lo arrancaron, me lo quitaron como si nada, como si no me importara, como el gato que te araña y se queda con tu sangre debajo de sus uñas, como la enamorada que en una noche de pasión arranca la camisa de su amado; Se fue, y lo hizo sin contemplación alguna, y cuando volvió, fue para hacerme daño; Pero bueno, eso es secundario, al fin y al cabo, lo peor es que ya no creo en ese sentimiento, ya no creo que mi corazón pueda volver a latir de aquella forma.
Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato. AMISTAD.
Creo que sólo dos personas en mi vida cumplen esas condiciones, la chica de ojos claros, pero oscuro y corazón inmenso, ella sí, ella me lo ha demostrado, cada día desde aquel verano de 2011, sin condiciones, sin prejuicios, sin nada que nos separase, ni distancia ni sociedad.
El otro es él, el único que me demostró que las personas también deberían estar en los museos, podría mencionar muchos momentos, pero son tan extraños que nadie los entendería, excepto él, que coge la bola del mundo y mira cuanto océano hay entre los dos, y yo, como no, esa extraña niña, no soy alta, ni tengo un cuerpo perfecto y mi cara deja mucho que desear, mis ojos son del color gato corriendo, es decir, imperceptibles, mi sonrisa no es bonita ni mucho menos, pero soy yo, y después de todo, debo conformarme, porque mejor es lo que no puede verse, lo de dentro, lo cautivo del alma.
Y los demás... Bueno, ni tienen condiciones, solo hechos, han acabado desistiendo, sin motivo, después de años, recuerdos, lágrimas y sonrisas, han desaparecido, siguen ahí, pero de una forma, inúltil, pasiva, casi imperceptible, es como si no estuvieran.
Familia, bueno, creo que es de lo poco que me queda, aunque a veces siento que son como un edificio que se tambalea a la mínima, yo soy parte de ese edificio, y debo ayudar a mantenerlo en pie, aún a costa de mi propia sangre.
Y si hacemos el recuento, sólo quedo yo, a solas conmigo misma, con mis pensamientos, y un sueño que se desprende pedazo a pedazo, con un único apoyo: Yo misma, aquella que ha aguantado tanto, y que seguirá aguantando, pero que solo necesita un descanso, un margen de error, un tiempo para respirar, sin prisas, y después, cuando haya ordenado el rompecabezas, volveré, desprendiendo fuego con la mirada, y con un sueño más que enriquecido, aunque sea solo con mis alientos y mis esfuerzos, sin los apoyos de los demás.

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