- ¿Se puede saber que demonios haces?
+ Quererte; ¿No lo ves?
- Pues menuda forma de demostrarlo.
+ Me da igual, solo busco la forma de hacerte entenderlo.
- No, en serio, no bromees con ese tema, no me gusta.
+ No bromeo, lo digo en serio, lo único que hago es quererte, siempre te quiero, mi vida gira entorno a lo que siento por ti.
- No sé decirte, me has dejado de piedra, no puedo...
+ No quiero que me respondas, temo que la respuesta no me guste, además, si es negativa me veré obligado a intentar olvidarte, aunque no podré, no quiero.
- Lo siento, yo no creo en estas cosas, ya no, el amor no es para mi.
+ No te pido que creas en los cuentos de hadas, en los príncipes perfectos y en las historias que no duran más de veinte páginas, te pido que creas en lo que siento, en un chico enamorado, en las noches inolvidables y en una realidad que va a durar todo lo que tú me permitas.
- De verdad, que no...
+ Por favor, no me mientas más, lo veo en tus ojos, sientes algo, pero te da miedo, te da miedo pasarlo mal, hacerme daño y que todo acabe por los suelos.
- Yo...
+ Stth, ya vale, no tengas miedo, no mientras yo pueda protegerte.
- Vale, pero estate quieto.
+ Sabes que no, que no quieres que pare, y yo tampoco quiero parar, así que no veo el problema.
- Pero...
+ Vale, paro, pero para decirte una cosa.
- ¿Qué?
+ Por si no te había quedado claro... Te quiero.
- Yo también te quiero, mi niño.
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