Odio pagar con la gente más quiero lo que siento, odio decir cosas que ni siquiera pienso, odio olvidar que no debo bajar nunca la mirada.
Haciendo el camino con el semblante serio, tratando de deshacerme de la sensación de culpabilidad cuando echo la mirada atrás, pero lo cierto es que no tengo remedio. Trato de olvidar, de mentirme aunque sólo sea para no hacerme tanto daño, quiero pensar que no me ha fallado tanta gente y pensar que no me he convertido en lo que siempre odié.
Cada día me propongo ser mejor persona, y luchar, aunque a veces prefiera descansar, eso junto con miles de metas más, metas que espero ansiosa, quizá porque son la salida, la salida de los disturbios de mi mente, mi peor enemiga.
Ella me cuenta los detalles de las cosas que nunca quise vivir, me trae imágenes de personas que perdí, me grita lo que me destroza escuchar y se ríe de mí sembrando cada día una duda más.
Al fin y al cabo tus intenciones no importarán, no importará lo bien que quieras hacerlo, un día te levantas y tienes que sumar un error más a la eterna lista.
Terminar por no ser lo que siempre he querido ser, ese es mi temor más profundo.
Detesto quedarme sola, detesto escuchar sólo la voz de mi cabeza repitiendo una vez más esas palabras, haciendo preguntas que no puedo responder, mostrando un reloj que no puedo retroceder, tocando justo en el punto de destrucción total.
30 de junio de 2013
El temor más profundo.
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